Los historiadores tienen mucho trabajo que hacer en estos años en el mundo: el virus negacionista relativiza verdades históricas escritas por viejos vencedores que hoy quieren ser derrotados a punta de palabras sin tener la fuerza de sus hechos, ni la comprensión de sus circunstancias.
El revisionismo aplica a todo lo establecido: fe, ciencia, razón, naturaleza, aires, vientos, aguas, tierras, mares, fuegos, hielos, alturas, llanos, culturas, naciones, límites, no límites, territorios, provincias, países, ciudades, pueblos, identidades, familias, años, tiempos y bondades, liderazgos, seguidores, calmas, paces, iras, guerras, egos, sabidurías, y un largo todo y nada.
Relativizar con enjundia y superioridad supuestamente moral se lee a borbotones en redes y textos cortos: la cola post-modernista puede encender con una palabra y ya no un verso, una verdad y quemarla en menos de un segundo.
No hay trayectoria, no hay vector, no hay origen ni destino.
ALTO
Hay que ponerle un alto a la mamarrachada cantinflesca del relativismo hasta el absurdo.
La fe se respeta, al igual que la tradición, la familia y la propiedad, la idea de la nación, de la identidad asumida, y la racionalidad de una constante. ¿Cómo sumar, si no?
Lo que unos pocos creen seguirá siendo un sentir minoritario aunque se junten todas las minorías del mundo.
Las mayorías silenciosas no son ociosas. Son bueyes mansos que al ser latigueados por el fanatismo de un mal domador pueden atropellar y aplastar con su masa de votos y aburrimiento del abuso al político más joven que produzca el relativismo, e incluso al más viejo titiritero local o global que se refugie en el segundo plano o el fondeo siniestro del gran capital que juega a ser Dios.
ADELANTE
Quizá ni siquiera se necesite democracia para triunfar sobre Roma; eso lo saben los pontífices católicos, que se impusieron a punta de oración y comunidad de base, cristiana, hace miles de años ya, por sobre la podredumbre moral de un imperio de travestis que gobernaban a sangre y fuego, asesinando y robando a mansalva no solo propiedades y tierras, sino vidas y Ben-Hures.
El Pan y el Circo nunca alcanzaron para conquistar el alma de los cristianos, por más dioses y deidades se impusieran en Roma y Grecia y sus clásicos devaneos democráticos alentados como brillo por masones y guatones.
Las gentes de Dios siempre tendremos un librito que habla la verdad de un hombre de Dios, que fue históricamente crucificado por dicho imperio y dio bríos a los esclavos para "al amparo de la cruz ser libres", como escribiera un Espejo en un Quito conquistado por España tras unir la fe Católica con lo Indígena: Roma, España y Quito son historia de la buena, y eso no cambiará a pesar de que se imponga un Pikachú glotón en medio de la cima de la libertad por los 200 años de la Batalla del Pichincha con fondos de la bella España y Quito contemporáneo debata el desubique del arte por ocio y desenfoque.
El problema no es Pikachú subido sobre el lomo del sombrero de grandezas indígenas en Quito, como tampoco es la tía Pikachú agrandada hasta el límite de una constituyente absurdamente rechazable en Santiago y su viejo congreso. Pikachú, como decía un amigo viejo abogado, siempre fue un cuy y es nuestro para freírlo y comerlo con papitas. El problema no es si te buscas o no más problemas, como diría el zurdo querido por derechosos como yo, Silvio Rodríguez: "el problema señor sigue siendo sembrar amor".
Silvio habla de amor como Jesús. Nadie va a decir que ambos no eran revolucionarios en su tiempo y en este tiempo. Lo eran, lo son y lo seguirán siendo. Forman una izquierda de este mundo que se ha entregado para volverse derecha del mundo, por su universalidad y punto. No los vamos a odiar porque no nos dejan ser romanos, pero si los podemos amar porque nos dejan ser católicos, apostólicos y romanos, a punta de palabra y verso, canción y música celestial.
ARRIBA
El vector entonces tiene origen en Cristo, apunta hacia adelante como la Izquierda, pero tiene destino hacia arriba como la Derecha. Hacer la síntesis requiere dialogar entre cristianos, zurdos y diestros, de modo de no perdernos de origen, no insultar las mayorías zurdas cristianas, y no desechar lo que nos eleva porque nos capitaliza y enriquece al poder permitirnos no ser ociosos, y al abrirnos la magia de la libertad para elegir, ser y bendecir.
El problema señores sigue siendo sembrar un solo amor del bueno y eterno, y eso, a veces, se gana rechazando la relatividad para salir jugando en cualquier minuto del año fiscal, con o sin proyecto, con o sin capital, con o sin fuerza más allá de la imponente fuerza interior de la fe en uno mismo, su identidad, su tierra, el diálogo de amor con los demás, y el fuego del infierno político de la derrota democrática por las buenas o por las malas para quienes rompan la propiedad de Dios: la humanidad y su bondad.
Excelente relación histórico política