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UN REQUIEM -A LA DISTANCIA- POR SU AMADO PADRE, NUESTROS QUERIDOS AMIGOS DE LA VIDA...

Cómo no quisiera poder tomar un avión en este momento y volar de inmediato para acompañarlos en este momento de transición, querida familia amiga mía.


Su Padre era como un padre para mí. Tan cercano, tan lleno de humor: tan compañero por años de años desde las travesuras de las mocedades hasta la madurez que hoy nos acompaña como le acompañaba a El cuando la vida nos regaló el privilegio de conocerlo.


A El nosotros lo conocimos ya padre, ya grande, ya activo, y siempre lleno de ese enorme buen espíritu que dejó como legado en el ADN de ustedes, su familia, y en especial de ustedes, sus hijos tan amados por El y por todos. Me incluyo entre los bendecidos por su magia, como su amigo que se sabe bien querido y que envía a la distancia esta misiva con todo el amor fraterno que junto a los míos cabe en el alma.


Este requiem va más allá de nuestras creencias o nuestra fue: apunta a las realidades de la paternidad hecha carne, presentes en su Papi; es un testimonio de gratitud a la vida eterna por el privilegio de haberlo tenido cercano en el tiempo y el espacio: un ser ejemplar, que dejó hijos igualmente ejemplares -como su herencia- y que hizo honor a la vida al celebrarla con sus enseñanzas y su risa, que está fresquísima mientras nos leemos la mente, hoy que su memoria tiene en ustedes, cuerpo y conciencia propia y alumbra con sus buenos actos a la humanidad con paz y paciencia.


Este requiem va desde lo más hondo de mi espíritu, y lo envío de inmediato, con las lágrimas aún corriendo acá a la distancia, aumentadas por la tristeza de no poder estar allá, como quisiera tanto, dada la lejanía y la imposibilidad real de volar hacia el terruño para acompañarles y abrazarles, dar testimonio de vida conjunta y estar: simplemente estar.


Este requiem es virtual porque es lo que puedo hacer ahora y por ahora; lo transmito así, a sabiendas de que la vida también es, si uno la entiende bien, igual de virtual. Su Padre está igual ya en un plano superior donde quienes estamos a la distancia vivimos con fuerza: haciendo acopio de memorias como si fueran realidades, proyectándonos presentes sobre bases virtuales de futuros que desconocemos si serán tangibles.


El plano que nos separa a nosotros es de tiempo y distancia, pero el que nos separa de su padre querido es eterno y desconocido, pero está atado con un hilo de oro: el del amor fraterno, que tiene su gracia en una fuente luminosa de la cual procede y la cual nos llama y nos hace calmos, al saber que de ella somos y hacia ella vamos, para encontrarnos para siempre en ese plano, el mejor de todos.


Las palabras, por mientras, en nuestro peregrinaje de servicio en la tierra, son lo que nos une en estas horas: van con nosotros y las escribimos manualmente sí, pero tienen el pulso de nuestros progenitores. Nos llevan de la mano de su sangre, y así se hacen materiales: en cada letra, signo y espacio que dejamos libre para poder recordar y comunicarnos el afecto en estas circunstancias duras, por escrito, de mano a ojo, de corazón a corazón, al entendernos y acompañarnos en el dolor sin poder mirarnos a los ojos, salvo por el objeto que media entre la lectura de ustedes y la propia de quien les envía su corazón en este papel digital de sentidísimas y profundas condolencias.


Este es un momento de silencio: de ese que nos viene juntando en estos días aciagos: días de lejanía física pero nunca emocional por la amistad eterna que nos une.


Este requiem, por ello, intenta seguir un ejemplo: algo que su Padre nos legó a todos y cada uno: su capacidad enorme para escribir y calcular, pensar y decir, honrar y disfrutar los días y los momentos.


Desde este mi espacio lejano y distante del planeta, envío desde mi más íntima célula de vida, estas torpes letras, en honor a nuestro querido Padre, pues así lo siento junto al mío propio, y para su querida Madre, que igual es como la mía misma, tan querida en ese mismo sentido.


Va para ustedes y mis hermanos de carne propia -igual de cercanos, igual de queridos, igual de fuertes en el sentimiento con el que les acompaño y seguro les acompañarán allá- a la distancia, el abrazo más desgarrado y latente, que seguro se sumará al de todos los demás hermanos y amigos que la vida nos ha dado en común y regalado en conjunto y en especial.


Reciban dicho abrazo en profunda reflexión, de aquí a la eternidad, amigos del alma. Que su padre descanse en paz junto al dueño de las palabras y los números del universo.


Foto: JSR, Oceanía.

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