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Foto del escritorROBERTO SALAZAR CORDOVA

SIN TEMOR ALGUNO

Cuando uno tiene 20 años, sus temores son muy relativos. Cuando pasan 50 años de aquello, los temores solo son hacia lo absoluto. Cuando uno muere, ya no hay temor alguno.

Hoy se cumplen 50 años de la muerte de mi hermano mayor y padrino de bautizo Emilio Javier Antonio Salazar Córdova.


En misa, hoy, y en especial en la Comunión y en la Oración junto a Jesús presente en forma real, sentí su compañía.


El Sermón me había preparado para aquello: la magia del bautismo como regalo de la posibilidad de mirar hacia la eternidad.


Yo era muy pequeño cuando fui bautizado, e igualmente cuando falleció mi hermano en un trágico accidente de tránsito, en la tarde del 31 de Diciembre, mientras volvía de la "Mitad del Mundo" para vernos a todos e ir a ver los "Años Viejos" en familia, según aprendí desde apenas puede entender todos esos conceptos del día.


Para mí, el 31/Dic, desde que tengo memoria, siempre tuvo un significado diferente al de los demás.


No era solo un año que partía; era una vida y un padrino que nunca envejecería, pues sus 20 años quedaron para siempre congelados en su imagen maravillosa, que comparto en este pequeño homenaje que le hago con todo amor fraterno y de ahijado que ha aprendido mucho de El, su historia, y los relatos de todos los mayores que le conocieron.


Hay un hecho incontrastable que une su vida y su muerte como un puente a la pérdida del temor: su decisión, voluntaria, a los 20 años, como varón y primogénito, de apadrinar al último de sus hermanos, el séptimo varón de su familia. Su firma quedó en un acta. Su marca quedó marcada para siempre en mi vida, no solo terrena, sino en la eterna suya y mía, junto a la de Jesús, eterno, que hoy estuvo con nosotros en la oración, tras la comunión.


El sermón de hoy fue como un puente: el Padre hablaba del fin del 2021 y el inicio del 2022, y ligaba el Evangelio con el bautizo -como el de Jesús mismo junto a su primo Juan- en el escrito de su tocayo, no el bautista, sino el evangelista, que ligaba la palabra, como el inicio de la vida.


Proferir la palabra por tu ahijado es algo sagrado. Consagrarte y consagrar es algo que uno ha aprendido luego. No siempre se ha podido estar cerca de los ahijados, pero queda la memoria de la presencia ante Dios.


Los padrinos nos quitan el temor en todo tiempo y lugar, por ello, y se juntan a los padres e hijos en una trinidad humana perfecta, que no siempre funciona, al ser nosotros imperfectamente humanos.


Por ello, celebrar la vida y recordar la muerte es una forma de no tener temor salvo a lo perfecto que queremos conservar junto a nosotros para la vida eterna.


El homenaje de 50 años de recuerdo de una vida que duró 20 jamás podrá borrarse si se publica en Internet, donde quedará para la eternidad, en formato humano, Dios mediante. Por eso, vale escribir sin miedo, sobre la base de lo que ha demostrado ser quizá eterno, según nuestra fé, pero evidentemente milenario, según nuestra Iglesia en la cual mis padres, mis hermanos, mi esposa y mis hijas, mi familia y la de muchos nos hemos bautizado en América Latina.


Que muera el temor entonces, y que caminemos sin temor alguno, salvo a Dios, en este 2022.


31/12/2021, LECTURA DEL DÍA De la primera carta del apóstol san Juan 2, 18-21 Hijos míos: Ésta es la última hora. Han oído ustedes que iba a venir el anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido ya, por lo cual nos damos cuenta de que es la última hora. De entre ustedes salieron, pero no eran de los nuestros; pues si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para que se pusiera de manifiesto que ninguno de ellos es de los nuestros. Por lo que a ustedes toca, han recibido la unción del Espíritu Santo y tienen así el verdadero conocimiento. Les he escrito, no porque ignoren la verdad, sino porque la conocen y porque ninguna mentira viene de la verdad.


EVANGELIO DEL DÍA

Evangelio según Juan 1, 1-18 En el principio ya existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. Ya en el principio él estaba con Dios. Todas las cosas vinieron a la existencia por él y sin él nada empezó de cuanto existe. Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la recibieron. Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la luz. Aquel que es la Palabra era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba; el mundo había sido hecho por él y, sin embargo, el mundo no lo conoció. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a todos los que lo recibieron les concedió poder llegar a ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre, los cuales no nacieron de la sangre, ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre, sino que nacieron de Dios. Y aquel que es la Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Hemos visto su gloria, gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando: “A éste me refería cuando dije: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’ ”. De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha revelado.


Que sigamos a Cristo en esta vida y en la eternidad. Su palabra nos da vida.


Un abrazo en Dios y en comunión querido Padrino, Emilio Javier Antonio Salazar Córdova.

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