José Pedro Castillo ha llegado al 35% de los electores hábiles, al igual que Keiko Fujimori. La victoria del primero sobre la segunda se da por decimales.
El 35% es un número importante en la política moderna. Se dice que si un candidato es capaz de llegar a un 40% de respaldo en encuestas, en teoría, tiene asegurada la victoria en elecciones; sin embargo, en escenarios tan cerrados como los del Perú, donde además la votación es voluntaria, y hay un porcentaje no menor de voto nulo (comparado con el voto de cada candidato), se llega a un 30% de ausentes y nulos, lo cual es casi una tercera fuerza auto-excluida de la elección.
La diferencia en Perú es de 44058 votos, que equivale al 0,2% de los electores hábiles, o lo que es lo mismo, al 0,7% (menos del 1%) de los ausentes, que fueron el 25% del padrón electoral.
Quizá por esto que acaba de pasar en Perú, así como lo que ocurrió en Chile el Domingo (solo 2.5 millones de personas votaron voluntariamente de los 7.5 millones que votaron en el plebiscito), el Congreso de Chile acaba de aprobar una Ley que reponga el voto obligatorio en el país, como ocurre en Ecuador, donde el número mágico es el 5% que le falta al 35% para llegar al 40% mágico, y donde la Derecha, sin miedo, participa en elecciones y ha logrado ganarlas con autoridad y legitimidad.
Mencionamos a la Derecha porque en Chile, al menos, ha sido la Derecha la que no había querido avanzar en materia de voto obligatorio.
De todas formas, hay 27 países en los que existe este tipo de voto en el mundo, y no sería un mal sistema en general, pues si bien no permite expresar el rechazo a los políticos, sí permite dar más legitimidad al político electo.
En el caso de los gobernadores de Chile, así como el de Castillo, las reglas estaban escritas y se ha ganado como se ha ganado.
Quizá aquellos que no acudieron a votar estén tristes por no haber ido a apoyar a uno u otro candidato, lo mismo que aquellos que anularon estarán meditando que si se juntaban en un estadio y se ponían de acuerdo, quizá podían cambiar el destino presidencial del Perú.
Que esto sirva, a la larga, para que ni un solo diálogo se dé por innecesario, y que todo el esfuerzo que se pueda hacer, se haga, para llegar a los territorios y no solo quedarse en la comodidad de las urbes.
Como en todo, en la política, el que trabaja duro y a fondo, es el que gana.
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