El capitalismo moderno es tecnológico y de plataforma; las empresas que no están digitalizadas sucumbirán frente al poder del 2% de los hogares pioneros.
En una economía sencilla, de hogares y empresas, cerrada y sin estado, las familias poseen el 50% de la renta, como personas naturales, y las empresas poseen el otro 50% de la renta, como personas jurídicas:
De hecho, en una economía ética y solidaria, la inversión social de impacto no necesita de políticos en general. En particular, toda la inversión puede hacerse desde y hacia la sociedad civil.
Sin embargo, desde la introducción del estado como parte del flujo circular de la renta, para llegar al impacto se suele tener que competir con la estatización del bienestar, misma que hace imposible actuar bajo instituciones y leyes tomadas por políticos corruptos y sus pactos, quienes generan pérdidas de renta para los hogares, costos para las empresas y por consiguiente, pérdida del bienestar:
La inversión en general es un tema de confianza. La corrupción también. La primera genera crecimiento, la segunda genera pobreza. Ver Soto (2003)
Cuando un político pierde la confianza de su población, sus giras de inversión usualmente no van hacia inversión social de impacto, sino hacia reuniones de inversión política de pacto. Esta última generalmente nunca llega a efectivizarse, pues un inversionista, aunque sea corrupto y de pacto, es inversionista en primer lugar, y solo opera en lugares en los que confía en la existencia de sostenibilidad del pacto.
En política pública hay que tener cuidado de con quién uno se da la mano y con quién uno se junta: no vaya a ser que se esté juntando, "sin querer queriendo" con una cadena de saludos y aplausos que tienen una historia y una carga pesada sobre sus hombros.
Cuando la inversión social de impacto se convierte en inversión pública de pacto, un político que ha ganado elecciones sobre una plataforma mayoritaria, sea que la haya obtenido de forma populista o no, debe mantener sus cifras en alto, crecientes, o estables en el 50% y más de aprobación. Aquello resulta imposible, pues bien dice el refrán que más rápido cae el mentiroso que el ladrón. En los tiempos actuales, lo que antes los medios ocultaban, las redes lo publican y reproducen, haciendo cuesta arriba el delegar la inversión social de impacto en manos del liderazgo estatal en primer lugar, y sobre todo en manos del liderazgo político y corrupto de pacto. Allí donde todo era sonrisas puede a la larga convertirse en suicidio político y cárcel empresarial, con pérdida total para lo público y lo privado, lo internacional y lo local.
No hay solución, bajo estatización de la inversión social de impacto, salvo la totalitarización y la toma de las instituciones y la toma absolutista del poder desde los políticos corruptos de pacto; aquello puede ser muchas veces impopular, pero la toma y doma del poder suele terminar, bajo corrupción inherente, en un proceso de corrupción permanente: con violencia, con terror, con miedo, con migajas, con regalos, con dinero estatizado emitido cual lavado, y con inflación, recesión, pobreza para muchos e impacto para pocos. Eso es visible en todo el mundo y en toda la historia, y suele estar asociado a pocas inversiones, no muy sociales, pero siempre de pacto, con nulo impacto, con cero ética y cero solidaridad.
Bajo este último punto, también es cierto que los países que crecen y se desarrollan pueden haber pasado por una dictadura temporal o no: en caso de tenerlo, usualmente el costo a pagar es un régimen que ponga en orden los parámetros y las instituciones, aniquile la corrupción y los pactos, actúe de manera patriótica por la vía de la fuerza de las armas públicas o privadas, y se arriesgue a luego pasar el resto de sus años en conflicto de memoria, desde el día mismo en que se entrega el poder (que siempre lo deberá) aún cuando su proceso si haya conducido a obtener inversión de impacto, que es lo que realmente buscaba la población al entregarle el poder y darle factibilidad a lo dictatorial.
La inversión de impacto es una cosa, y la inversión social de impacto es otra cosa.
La inversión social de impacto solo puede darse en caso de optar por la vía democrática. Lo primero que se necesita es un imperio de la ley, con instituciones fuertes y políticos mínimos sobre todo, en número y relevancia. Otro requisito necesario sobre todo, es tener cero tolerancia a la corrupción desde las instituciones y desde las poblaciones. Aquello no puede ser garantizado por los políticos.
No basta con un pueblo educado que no tolera los pactos y odia la corrupción. Tampoco basta con un pueblo productivo, que no ha sido domado ni amansado por el alimento fácil, ni el bono rápido. Es cierto que la educación y la productividad usualmente repelen muy rápidamente a los grupos que ofrecen facilismos de derechos sin responsabilidades, y ofrecen inversiones sociales de impacto sin trabajo de por medio.
Los gobiernos de izquierda, derecha, de liderazgo rancio o nuevo, cuando pierden su popularidad, más temprano que tarde, por más que lo intenten, no logran ni lograrán atraer a capitalistas de clase mundial si la duda de la corrupción y el pacto se instala en el ojo público. Su presencia ahuyentará a los ciudadanos y con ello se ahuyentará a los inversionistas con años de éxito público en bolsa, y tecnología de punta, así como cuidado extremo del medio ambiente, con total certificación de sus buenas prácticas de inversión social de impacto: con sostenibilidad, mediación, y sobre todo medición: y es que... el agua no se mezcla con el aceite...
Países desarrollados, por otro lado, logran todo lo contrario: crear inversión social de impacto, con instrumentos creíbles, mercados estables, instituciones de soporte, comunidades cooperantes, organizaciones colaborantes, inversores foráneos expectantes, y mercados anhelantes.
Cuando se desestatiza la inversión social de impacto, la sostenibilidad deja de ser un oximorón. Bajo estatización no hay mediación viable en el camino, y a la final, la medición termina en insatisfacción.
Por ello, cuando un gobierno cualquiera se toma la facultad de hablar sobre la inversión, hay que mirar con cuidado si se le debe entregar la bandera, pues si no cuenta con la fuerza de base para acarrearla en beneficio de los demás, todas sus gestiones y procesos serán dinero y tiempo perdido; todos sus nombramientos y aspavientos serán propaganda y remiendos.
¿Cuál es la salida?
Confiar en el poder social del mercado para realizar acuerdos entre empresas y comunidades es la salida: minimizar, desde lo local, la presencia del estado en las gestiones de inversión, descentralizando el poder para que sean los gobiernos locales quienes respondan ante las comunidades, por más pequeñas que sean, por los proyectos sociales de impacto y los resultados de sus inversiones, por más pequeñas que sean.
Ciertamente, la inversión bajo un modelo descentralizado puede hacerse como se hace en el mercado: con empresarios que disputan el territorio en función de su generación real de trabajo, inyección de capital, tecnología superior, y cuidado por lo local: su política, su entorno, sus artes incluso, su cultura sobre todo, y por supuesto, al final, su economía local y su sociedad territorial.
Entregar la capacidad de juzgar institucionalmente en los territorios es algo que no requiere una gran institución judicial como la que conocíamos tradicionalmente y que viene de los tiempos de los grandes imperios y las grandes revoluciones industriales de la iluminación y la maquinaria y el equipo puro y duro: hoy, las tecnnologías de la información y las plataformas de la comunicación en vivo ya están produciendo los efectos de la cuarta revolución industrial: la de la inteligencia artificial y la de la causa social comunitaria que vela por la inversión social de impacto y la reclama para sí, con independencia del estado y en destrucción misma del viejo estado, y sobre todo de los políticos corruptos de gran pacto nacional e internacional.
Hogares empoderados comunitariamente por una justicia descentralizada, y empresas incentivadas por un mercado fortalecido por una liberación del yugo de la estatización de la inversión social de impacto, son elementos que triunfarán en el flujo circular de la renta sobre la necesidad, cada vez menor, cada vez más local, cada vez menos nacional, y cada vez más global, de tener un estado con más algoritmos que políticos, con más metodologías que corruptelas, y con muchísimos más diálogos que pactos.
El bienestar, al final de cuentas, es -al menos- hexagonal, y en ello, lo estatal es -cuando más- un 8%. Dejar la inversión social de impacto en manos del estado y sus políticos corruptos de pacto es inhibir la capacidad inversora, social, y de impacto que tienen cada uno de los otros 5 poseedores de los otros 8% de las acciones sociales de un territorio nacional, regional, local o global: las empresas tradicionales con su 8% de la renta, las comunidades con su 8% de la organización y sus frutos de minga, la academia con su 8% de inversión en conocimiento, investigación y desarrollo de formación, información, conocimiento y tecnología, lo mismo que las organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil con su 8% relativo al trabajo de colegios profesionales, clubes deportivos, asociaciones culturales libres, partidos políticos diversos, iglesias, grupos de acción y servicio, fundaciones y otros grupos organizados formalmente con un fin supra-comunitario. A estos se les sumarán los externos e internacionales a lo local y nacional, con su buen 8% de la renta para inversión afuereña, que para dichas alturas traerá la cuota de innovación y dinámica necesaria pero no suficiente.
Si Usted ha calculado bien, tenemos 6 jugadores del juego de la inversión social de impacto con 8% cada uno en lo micro-económico del estado, lo empresarial, lo comunitario, lo social civil, lo académico y lo afuereño, todo lo cual sumado nos entrega un 48% total de la renta en juego. No existe allí posibilidad de juegos de suma cero (por ejemplo: estado vs mercado) sino opciones de cooperación, pues el 2% de la renta se gestiona vía plataformas que cargan dicho valor agregado a la sociedad y se convierten en un jugador de base, de propiedad de los hogares, que son dueños del 50%+2% de las acciones de la inversión social de impacto.
El capitalismo moderno es tecnológico y de plataforma; las empresas que no están digitalizadas sucumbirán frente al poder del 2% de los hogares pioneros. Igualmente, la inversión social de impacto, por su naturaleza tecnológica, pronto derrumbará a los estados, sus instituciones, y claro, a los políticos corruptos de pacto, cuya apropiación de impuestos ya no será una carga viable del 50%, 30%, 20% ó 10%, según la sociedad sea más o menos estatista.
En el modelo de Diálogo Hexagonal, la revolución está marcada por la tendencia hacia la minimización del estado tradicional hasta el nivel de lo mínimo indispensable para mantener lo nacional soberano: 8% del PIB (para lo militar, sobre todo, y la representación agregada de lo nacional en lo diplomático, más una porción inferior para pagos de transferencia para una renta mínima garantizada con devolución en caso de no necesidad de protección social). Todo lo demás: la educación, la salud, la seguridad interna, y la protección social vendrán dados no solo por el mercado, sino por los demás en el hexágono, sobre todo por los hogares, sus plataformas y su tecnología, las comunidades y la cooperación social con lo académico, la sociedad civil, lo afuereño, y por supuesto, las redes sociales productivas.
Si al final, pagar cargas excesivas no conduce a la reducción, sino a la proliferación de la pobreza, liberemos del yugo estatal a la inversión social de impacto, y descentralicemos las capacidades, de modo que podamos tener autonomías y verdaderas sociedades. En esta perspectiva: ¿Quién quisiera tener un político? Y sobre todo, ¿quién votaría a un político corrupto en especial?... Y finalmente: ¿De qué serviría un pacto, si vía hexágono y tecnología se puede construír impacto?
Salazar-Córdova, R.F. (2022), HEXAGON GROUP LAT-AM/UK-GLOBAL
Fotos y Referencias: Hexagon Group, con la Colaboración de Red Santa Cruz:
Los invitamos a mirar el video de nuestros socios y su martirio por optar por la Red Santa Cruz, desde su ADN@+, como fundadores del Diálogo Hexagonal en Nicaragua y socios de Hexagon Nicaragua, bajo el liderazgo de Juan Sebastián Chamorro García, y su esposa Victoria Cárdenas, preso en su Patria el primero y refugiada en Estados Unidos la segunda. Aquí el testimonio de ella a propósito de los 4 años de revolución en Nicaragua:
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https://www.juiciocrudo.com/articulo/cronica-de-una-farsa-anunciada-carros-electricos-en-yachay/8872
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