LA INFLACIÓN CREA POBREZA
La inflación crea pobreza; su canal es el salario real (el verdadero, el que cuenta, en cosas concretas) que cae (menor capacidad adquisitiva) cuando aumentan permanente y generalizadamente los precios (inflación) y a la vez, no se corrigen (en igual proporción) los salarios nominales (los sueldos en moneda, no los reales: los salarios en dinero, no las canastas que compra dicho dinero).
QUÉ ES LA POBREZA
Técnicamente, la pobreza es una situación dicotómica (se padece o no se padece); se mide en términos del acceso que se tenga (con acceso: no pobreza) o no (sin acceso: pobreza) a una canasta de bienes y servicios que permite cumplir dos objetivos de vida: 1) una canasta de alimentos necesaria para satisfacer (en un país, generalmente) una necesidad calórica mínima (no excedida) conforme a sus costumbres alimenticias; 2) los demás satisfactores (bienes y servicios), cuyo costo total (el de esta segunda canasta) está en una proporción bastante cercana al presupuesto total de alimento, pero que en el caso de este segundo presupuesto, se usa -ya no para el pan de todos los días, sino- para pagar el techo, los servicios (energía, agua, transporte, entre otros).
Cuando el ingreso no alcanza a cubrir los costos 1 y 2, se está en pobreza. Cuando no se tiene más que para el valor 1, se está en pobreza extrema, pues es evidente que algo habrá que dejar de proveer en términos de comida mínima, para cubrir otros costos necesarios e indispensables; por ello, cuando el ingreso cae por debajo del presupuesto 1, la pobreza queda asociada con la desnutrición, y si aquello persiste, la pobreza extrema persistente queda definida como asociada con la desnutrición crónica.
LA INFLACIÓN, LA POBREZA, LA DESNUTRICIÓN, Y EL SUBDESARROLLO
Tener inflación alta implica elevar la pobreza y la desnutrición, y por supuesto, crear problemas de salud en las nuevas generaciones, a la par de generar incapacidades para estudiar, al perderse capacidades cognitivas, sobre todo en los niños menores a cinco años (edad pre-escolar).
La inflación, por vía de estos elementos, liquida el capital humano de los países y los desestabiliza hasta conducirlos al subdesarrollo, llevando a problemas lógicos, como la búsqueda, por todos los medios, de recursos para nutrir a los hijos, alimentar a la familia, cubrir los costos básicos, e ingresar en temáticas más duras, como son las actividades ilegales, delincuencia, violencia, malestar social, inestabilidad política, destrucción de bienes de la naturaleza en comunidades rurales, creación de culturas de demanda por la fuerza, economías cada vez menos atractivas para la inversión, y caldos de cultivo para la introducción de mafias, industrias de reemplazo a la formalidad privada y pública, incluida la industria narco, y la pérdida de instituciones cohesionadoras.
DINERO, GASTO PÚBLICO, E INFLACION
Durante varias décadas, los elementos anteriores (años 70, 80 y 90 del siglo pasado) fueron investigados masivamente en todo el planeta, y se crearon consensos globales para controlar dos elementos que creaban inflación: 1) mantener bancos centrales independientes en los países, de modo de colocar la cantidad justa de dinero tras los pocos o muchos bienes que pudiera producir sosteniblemente una economía; 2) mantener presupuestos estatales equilibrados en los países, de modo de no incurrir en deudas que fueran impagables y creasen incentivos a desarrollar vasos comunicantes que conduzcan al financiamiento monetario del déficit fiscal: imprimiendo dinero para pagar a proveedores públicos, y recaudando luego vía "impuesto inflación", pasando la factura vía pobreza.
En el planeta, hasta la crisis causada por la pandemia 2020-2022, en la cual se inyectaron recursos excesivos para la capacidad, aún lesionada, de producción global y local, la inflación había dejado de ser un problema, salvo en países que fueron tomados por políticas inflacionarias que condujeron a sus habitantes a la pobreza, la migración y a sus países hacia el subdesarrollo estructural, tras concentrar poder total para supuestamente conducir a los países hacia todo lo contrario.
La pandemia por la que ha pasado el planeta coloca un riesgo grande sobre las sociedades: la inflación causada por las ayudas sociales y el dinero que circuló en cada país, ha llevado a elevar la posibilidad de que grupos políticos extremos accedan al poder.
Esta tendencia se retroalimenta en el tiempo por el desarrollo de fondo de la crisis ambiental, creciente y ya en ciernes en la opinión pública, sumada a una cultura global de derechos que se traduce en constituciones que apuntan al gasto público desde el estado como garante de los mismos, mismo que no parece ser sostenible por el estancamiento (falta de crecimiento), creando más economías débiles (en estanflación) que además padecen los rigores de una escasez extrema que se verá alimentada por una guerra en escalada.
A todo lo anterior, se le debe sumar un escenario formado por sociedades tomadas por la polarización de redes sociales cada vez más adictas al conflicto, junto con medios acostumbrados a la venta de escándalos.
BANCOS CENTRALES Y TASAS DE INTERES
Controlar la inflación, en dichas circunstancias, parece imposible. Los bancos centrales están recogiendo dinero de los mercados, de modo de reducir el consumo y la inversión, y con ello, forzar a que los mercados y empresas deban reducir los precios de los alimentos, los servicios, las viviendas, y todos los satisfactores, acelerando el empobrecimiento, mismo que se observa no solo en términos del cambio de canastas de comida y compras, sino en los atrasos en los pagos de deudas, tarjetas comerciales, y otros elementos que pueden generar afectación al sistema financiero y bancario en general.
Desde ya, el incremento de las tasas de interés está llevando a una crisis habitacional en los países: los arriendos y precios de compra-venta de viviendas están al alza por un tiempo, pero se esperaría que caigan conforme se descontrole la inflación y los hogares deban vender su techo propio, o no puedan acceder al mismo, de modo de poder cumplir con sus obligaciones.
El mundo está lleno de dinero que no puede prestarse ni invertirse, porque faltan proyectos no solo micro, sino macro, que puedan permitir calma a los países, a los líderes empresariales y públicos, y a los actores sociales, en los diversos países.
EL RESTO DEL SIGLO 21 EN AMERICA LATINA
Estamos apenas en el 2022, y nos quedan 78 años por delante en este siglo.
La década que vivimos bien podría verse como una nueva década perdida 2020-2030 por culpa de la pandemia global, la guerra global, la crisis climática global, la inflación global, y la crisis institucional específica de América Latina.
América Latina se ha planteado el desafío del diálogo: en medio de la inflación, para crear soluciones que han tomado países específicos, para cortar de cuajo la inflación y la pobreza, como han hecho países pequeños, como El Salvador y Ecuador, ambos dolarizados y sin inflación, y sin incrementos de pobreza, y ofreciendo condiciones diferentes de seguridad (la nueva política de fondo, en este entorno).
El Salvador no dialoga, conforme lo ha planteado su presidente en Naciones Unidas. Ecuador pide apoyo, conforme lo ha planteado el suyo en el mismo espacio. Chile anuncia diálogo pero insiste en su camino constitucional según ha planteado su líder. Perú y Colombia dan mensajes ambiguos. Brasil plantea líneas claras en el contexto de lo dicho en este artículo, al contrario de lo que plantea Argentina, encerrada en sus problemas de inflación al igual que Venezuela, ambos seguidos, en las cifras, por Chile, como el tercer país (Venezuela, Argentina y Chile) que más inflación han sufrido en el mes pasado.
Ecuador no tiene inflación pero carece de seguridad. El Salvador no tiene inflación y ha reforzado su seguridad, pero amenaza a perder su democracia, según han indicado presidentes y ex presidentes de toda la región, creando incertidumbre por dicho lado. Colombia apunta contra la guerra a las drogas, mientras Ecuador pide apoyo para ir a la guerra contra las drogas, pues sabe que allí radica su mayor problema de fondo a largo plazo actual. Chile, y su discurso, en dicho sentido, según Bloomberg, electriza al mundo con su visión, pero asusta al mercado local con su devaluación.
La realidad es compleja: el cobre sigue a la baja, debido a la menor demanda de materias primas, y la devaluación conduce a la inflación, y esta última retroalimenta a la anterior, cuando los agentes locales no desean invertir en pesos, sino en dólares, y claro, conforme aumenta la inflación, la pobreza, y la sociedad se hace más clara y rechaza a sus gobiernos y a sus referendos y plebiscitos, elecciones y políticas, políticos y cocinas, los procesos se hacen más complejos, creando un escenario en el cual solo se saldrá, efectivamente, vía diálogo.
DIALOGO Y SALIDAS
El Diálogo Hexagonal se ha auto-convocado regionalmente, para desarrollar talleres que arreglen los desacuerdos actuales.
Convocamos a reunirnos, entre izquierdas y derechas políticas, centros y descentralizados en lo empresarial y lo local, sociedades civiles y ONGs en el tercer sector, académicos y medios como cuartos de poder, comunidades como quinta escencia de las soluciones reales, y agentes internacionales.
Será clave juntarnos para dialogar en torno a proyectos de políticas de cada uno, de modo de lograr acuerdos regionales, de red continental: con nuestros propios empresarios y comunidades como financiadores y receptores de crédito, emisores y promotores de inversión, colaboradores ambos de ayuda mutua, desarrolladores ambos de mercados y producciones reales, articuladores de destinos continentales o globales conjuntos, y por supuesto, socios comerciales mutuos, financieros articulados, y aliados, sobre todo, de la paz.
Súmese a nosotros: rsalazar@hexagon-group.net y dialoguemos hexagonalmente para llegar a acuerdos de política para detener la inflación y volver a controlar la pobreza en nuestro continente.
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