Cuando se pierde una mascota o se mira muerto a un animal querido, la persona, la familia y la vida lo sienten profundamente: la cultura de fidelidad de un perro es inmutable; la cultura de independencia de un gato lo es igual; la cultura de trabajo de una abeja igualmente: no es relativa, es absoluta: está en su ADN.
Como humanos, hemos ido perdiendo las coordenadas sociales y nos hemos vuelto débiles. Los riñones políticos no alcanzan a procesar las toxinas que nos inundan en cada pantalla, tres a cinco veces al día. Terminamos necesitando beber mucha agua, pero agotamos luego nuestros propios órganos familiares, al tener que desfogar con poliuria política el exceso desencadenado por la falta de insulina cultural en un mundo cuyo páncreas económico es incapaz de darnos proceso a tanta azucar que no consumimos al no ejercitar las responsabilidades productivas autónomas, y al no hacer dieta de ahorro en derechos colectivos porque vivimos bajo el reino de la envidia del postre ajeno.
Hay menos pobreza absoluta en el mundo, pero abunda la pobreza relativa.
Hay niveles de vida superiores en los más pobres a lo que eran los mejores niveles de vida de hace solo 50 años, pero la desigualdad en la misma generación se mira como una aberración que inhibe la cooperación. Somos pocos los que creemos que un trabajo de tres generaciones igualará la cancha vía educación. Son mayoría quienes piden derechos, transferencias, bonos y recursos ahora, porque se espera recibir lo que se recibe en países desarrollados, aunque el territorio nacional no tenga sino unos pocos capaces de servir de locomotoras, pero incapaces de llevar adelante un tren de gastos diabético en lo fiscal.
Socialmente: Poliuria, polidipsia, polifagia. Exceso de liquidez que se va en corrupción; mareos de poder que se van en devaneos de egos; desórdenes de alimentación tributaria que terminan en pie diabético económico, amputaciones como las de la dolarización al no poder usar la pierna monetaria de la política económica. Y a seguir, a recibir tratamiento por la indisciplina, y a comenzar a recibir insulina: créditos y no ahorros, a privarse para siempre de un momento de ocio y bienestar, y todo para adelante, a veces sin pierna, por la neuropatía, a veces sin retina por la retinopatía, otras con diálisis rutinaria y cara por la nefropatía.
Se nos dice: no salgamos, usemos mascarilla, lavémonos las manos, tengamos distanciamiento social. No escuchamos como sociedad, nos admiramos de cómo no se entiende que se vayan de juerga irresponsable los más jóvenes y luego agoten a los médicos que luchan una batalla aparte día a día. Se nos dice que prevengamos para no lamentar, y miramos cómo se van de juerga mediática los políticos y los entrevistadores, como cuervos que sacan los ojos de las autoridades, y disparan a todo lo que se mueve en vez de contribuir pacíficamente a cohesionar y culturizar.
Les dejo con un video de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, con la voz de su Presidente. Nos resonará a todos... Ah! Y donde diga "revolución", leamos "revolución liberal" (pero real). Encontrémonos en la libertad con cultura y solidaridad. No nos excedamos, ni a la izquierda, ni a la derecha. Todo con mesura! De lo bueno, poco, de lo malo nada, de lo excelente todo!
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