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CHILE Y SU MONEDA



Quitar los miles y multiplicar por 1.25: esa es la operación que se debe hacer para comparar un ingreso de un negocio en pesos y colocarlo en un ingreso en dólares.


En otros momentos, cuando la moneda de Chile era fuerte (hace 10 años), había que quitarle igual los miles (hablar en lucas) y multiplicar por 2. Así de fuerte, y así de bueno era ganar en pesos en el 2013.


Hubo también un momento, el peor para el peso chileno, en el que solo había que quitarle las lucas y quedabas a la par: uno a uno, hace no mucho.


Hoy hemos vuelto a 800 pesos por dólar, que todavía es alto, pero no tan devaluado como 1000 pesos por dólar, pero tampoco tan de equilibrio como fue el peso a fines de septiembre de 2019, antes del estallido social de octubre de 2019, cuando estábamos más cerca de 700 que de 800, y había que quitar la luca y multiplicar por 1.37.


Trabajar en Chile y ganar en pesos era bueno, para viajar y hacer negocios desde Chile hacia afuera, cuando tus pesos, sin lucas, se multiplicaban por 2 para convertirse en dólares, hace 10 años, o cuando estábamos en un dólar de 667, que te permitía multiplicar por 1.5. Hoy estamos lejos, pues se reproduce, sin lucas de por medio, a solo 1.25.


Hoy el negocio es trabajar fuera de Chile y ganar en dólares, para consumir en Chile, aún con inflación y todo, y claro, eso implica menos ganas de instalar plantas o emprendimientos en Chile, menos intención de contratar mano de obra chilena, y solamente tener la posibilidad de disfrutar la libertad y la paz de la que se puede gozar al vivir en ciertas zonas de Santiago, no en todo Chile.


La lógica de los negocios internacionales depende del tipo de cambio, y la lógica de residencia depende de la seguridad y la paz. Si Chile ha perdido solidez en su moneda, y lo que se invierte en dólares, cada vez vale menos, al convertirse en pesos que cada vez valen menos (de 100 en 100), entonces solo queda la paz.


Esto aplica no solo para el gran inversionista, sino para la clase media acomodada, al igual que para la clase media pujante, y por supuesto, a la clase media plana, afectada de frente por la inflación para su consumo de alimentos y vida, y por la devaluación para su consumo de ocio fuera de las fronteras. Igualmente, afecta a quienes no alcanzan a llegar a la clase media, pues la inflación y la devaluación los arrastran hacia la pobreza, día a día.


Por ello, no se entiende que el gobierno actual de Chile apueste hacia un 30% de votantes que, según ellos, votará por izquierda sea lo que sea, según sus cálculos errados, pues dicha base de mantención de ellos en La Moneda, se devalúa a diario conforme se devalúa el peso como moneda, cosa que pasa conforme se devalúa el poder suyo para emitir leyes económicas que consoliden el crecimiento, la inversión, y la seguridad.


Dejan morir a las ISAPRES, dejan morir a las AFPs, dejan morir a la educación pública y a la privada, dejan morir a las constructoras, y dejan morir la competitividad de los exportadores, al colocar impuestos en todo lo que se mueva. Dejan morir la actividad económica y desincentivan la inversión extranjera, alentando en cambio el aumento del empleo público, y buscando conquistas de royalties y de reducción de jornadas que aumentan los costos de emplear, logrando el cierre de empresas pequeñas que no pueden mantener dichos costos, ni pueden mantener el tren de la formalidad. Sufren, por ello, la caída de la recaudación y entran en fenómenos de déficit fiscal con inflación y estancamiento que son visibles en las cifras que se publican y alertan sobre un deterioro de la moneda que sube aún cuando el cobre esté alto, pues la empresa nacional (CODELCO) da señales de quiebra, dejando al estado sin su sueldo principal.


Lo que mantiene Chile a flote es su capital humano, gracias a Dios, pues es inembargable, y por supuesto, el patriotismo de sus empresarios y sus familias, que votan por orden y libertad, equilibrio y mesura, sobre todo en los barrios donde más golpea la inflación y la devaluación, y donde más se asoma la pobreza y la inseguridad.


No debe sorprender a nadie que se siga erosionando el tipo de cambio, así como el poder, conforme se siga erosionando la base política del gobierno, de la mano de la erosión de la base económica de los hogares y la base social de los partidos de gobierno y de su sector.


Flaco favor le hace al país el gobernar desde los libros, pues cada vez menos intelectuales y estudiantes de las universidades creen en los discursos pagados por fondos de investigación internacionales interesados en reducir la población por múltiples vías, pues en la práctica, la democracia muestra que la ideología no funciona cuando la economía se empobrece, y cuando la familia se hace vulnerable.


La Democracia Cristiana le cierra las puertas al gobierno, lo mismo que la Social Democracia le dice que no a su participación conjunta en elecciones y se comienza a desmarcar del gobierno centrado en un programa hecho en otros tiempos, previos a la guerra, y diseñado previo a la pandemia, y claro, hecho en tiempos de bonanza previos al estallido.


La Concertación comienza a acusar el costo de haber cedido espacio a la revolución de los pingüinos, que ha terminado por convertirse en un apéndice infectado de la ideología de sus socios de gobierno, el Partido Comunista, que sube dentro del margen de error, mientras se derrumba un sector completo por ser ya anti-histórico.


La auto-crítica no da muestras de aparecer por ningún lado, por mientras, entre los millenials gobernantes, que quieren hacer las cosas por decreto, y verán el tipo de cambio erosionar sus fundamentos según quieran llegar al 11 de Septiembre con las mismas ideas dejadas hace 50 años por quienes quebraron el país en búsqueda de algo que llegó luego de que ellos salieran del poder con aires de gesta revolucionaria.


Va llegando el tiempo de la restauración conservadora, en la cual los vicios de la izquierda revolucionaria son sancionados democráticamente por la población educada, y en la cual los vicios de la izquierda democrática son sancionados en los mercados por los agentes que buscan competencia y no pitutos, y finalmente son sancionados socialmente por la población menos educada y menos pudiente en las comunas, al ser agentes que buscan empleo y seguridad, demandando orden y estabilidad ante todo, y lo más importante: libertad y paz.


Mirar el tipo de cambio será central en los próximos meses, y si bien el Banco Central puede inyectar montañas de dólares para mantener a raya las expectativas y evitar el ataque a la moneda, lo monetario nunca dejará de ser solo un velo, por lo que el problema de fondo no estará allí para lo que ocurra con el peso, pues en el fondo, y en lo fundamental, lo fiscal y lo económico serán lo que mande para poder controlar la inflación y el estancamiento, que son los que realmente asegurarán, si están presentes, una devaluación estructural que ningún ministro de economía, hacienda, o presidente del central, podrán detener con operaciones de mercado abierto.


La solución es sencilla: abandonar el programa de gobierno por el que presiona el partido comunista, y convertir al gobierno en algo más que la concertación, al quitar poder a los monopolios y oligopolios, sacarse de encima los acuerdos empresariales a los que se ha llegado bajo la mesa con el estado durante décadas de centro-izquierda y centro-derecha gobernando, y volver a lo que los Chicago Boys impusieron como una revolución: la regulación anti-monopolios, la regulación de las AFPS, la regulación de los Bancos, la regulación de las ISAPRES, las reglas claras para optimizar el funcionamiento de las inversiones, la competencia como motor, y el estado como rector.


Si Marcel actúa por ese lado, seguro tendrá recaudación, equilibrio, inversión, crecimiento, empleo, y estabilidad, con un peso fuerte. Si no lo hace El, lo harán los Republicanos pronto.

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