El modelo de banca pública fue desarrollado, con excepciones, a partir de la crisis de los años 80 en América Latina, sin obtener resultados debido a sus retos de eficiencia no solventados a través de los años, conforme describiremos y analizaremos en este artículo corto.
Del mismo modo, sus resultados de impacto sobre la mejora de la igualdad están limitados de manera exógena por la falta de financiamiento para utilizar su canal distributivo, lo mismo que de manera endógena por la historia de idas y vueltas en la institucionalidad estatal en general, que ha sucumbido frente al fortalecimiento de la banca privada tras la crisis de los 80s, lo mismo que al surgimiento de la banca comunitaria tras el boom de las ONGs en los años 90s, y el crecimiento de las capacidades financieras locales durante el siglo 21.
La pregunta central que cabe hacer, y que guía este corto artículo es: ¿Se debe y se puede digitalizar la banca pública, de modo de ingresar en un modelo FINTECH ESTATAL de modo de automatizar las transferencias bancarias de recursos públicos desde los organismos globales y regionales hacia lo nacional, y desde allí hacia lo privado y local focalizado?
Transformación Digital de la Banca Pública de Desarrollo (BPD)
Fernández Diez, et al (BID, Abril 2020) analizan los retos impuestos por la pandemia mundial desde 2020 y la reacción del sistema financiero privado para enfrentar los retos de respuesta rápida exigidos por la situación, basándose en las fortalezas de los canales digitales. Su publicación buscaba apoyar a los BPD en el diseño de estrategias para su transformación digital. Su trabajo presenta lecciones aprendidas y buenas prácticas de la industria bancaria, así como el estado de la transformación digital de los BPD en la región.
La tecnología se puede implementar solamente en espacios en los que existen tres condiciones institucionales básicas, conforme a la teoría de contratos en economía: observabilidad, verificabilidad, y exigibilidad. Implementar tecnología para aumentar la línea de base de estas tres categorías requiere, a su vez, liderazgo, diálogo y un ADN@+ capaz de dirigir, acordar e institucionalizar la transformación digital que supere la falta de transparencia, la ausencia de rendición de cuentas, y el vacío de resultados de desarrollo.
Al año 2019, la Banca Pública de Desarrollo (BPD) estaba presente en un 40% en América Central, 33% en el Cono Sur, 24% en la Sub-Región Andina, y 3% en el Caribe. Nótese que este último tiene un modelo de desarrollo más ligado hacia Europa, donde la Banca Pública se ha asociado más bien hacia la construcción de Alianzas Público Privadas (Public-Private Partnerships, PPP), igualmente con sus retos, conforme a BankWatch (2021):
Bankwatch se ha dedicado a observar y verificar el caso europeo, y en especial las inversiones del Banco Europeo de Inversiones y del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, creando una estrategia mediática en redes para exigir su efectividad en términos de proteger el interés público y promover el desarrollo sostenible, tanto en el sentido medioambiental como económico.
Su conclusión es que, en Europa, los proyectos de APP financiados por los bancos públicos europeos deberían aportar beneficios públicos y ofrecer bienes y servicios a precios o tarifas asequibles.
El Caribe, o los países Europeos en América Latina (e.g. Guyanas), siguen dicho modelo, mientras que otros países, sobre todo los andinos, siguen modelos de banca pública que resuelve toda la operación de inversión vía estado, con transferencias internacionales de banca pública global hacia gobierno central y banca pública de desarrollo, y desde esta hacia gobiernos locales, mismos que cobran las tasas para subsidiar servicios o cobran tarifas en caso de poseer empresas públicas proveedoras y prestadoras, o concesiones hacia privados para que sean estos últimos los prestadores del servicio y encargados del cobro correspondiente de tarifas hacia los usuarios finales.
La falta de observabilidad, verificabilidad y exigibilidad en el caso de la BPD en América Latina, impide tener una evaluación de impacto, salvo contados casos (Ver, por ejemplo, Hexagon, 2015):
Sin diseño y evaluación permanente en la gestión bancaria, de forma automatizada, es difícil mostrar indicadores de eficacia, y no se diga de eficiencia, y peor aún de efectividad en la gestión de la banca pública.
Usualmente, los países desarrollados optan por modelos de APP, de modo de poder exigir, vía contrato hacia el prestador tercero, privado, nacional o internacional, la entrega de resultados observables y verificables.
Lastimosamente, incluso en dichos casos, como se observa en el caso Europeo en general, hasta los bancos internacionales que ingresan a proyectos de APP con el objetivo de mejorar la infraestructura y elevar la calidad de los servicios públicos en sectores como el transporte, la gestión de aguas y residuos, la educación o la administración, tienen debilidades para mostrar no solo efectividad, sino costo-efectividad.
La falta de tecnologías del tipo FINTECH aplicadas a las APP hace que si bien sus préstamos se rigen por los principios operativos de solidez económica y financiera, no siempre han encontrado un equilibrio entre la solidez financiera de las APP y la buena relación calidad-precio y los servicios para el público.
Por ello, un traslado hacia lo meramente bancario desde lo tecnológico, sin un conjunto de algoritmos de evaluación, diseño, monitoreo, control, seguimiento y cadena de entrega plenamente observable, verificable y exigible con trazabilidad para conocer qué se paga y por qué en un servicio, impediría tener costo-efectividad.
Para ejercer influencia sobre el diseño del proyecto, y el cálculo de las tarifas, en teoría y práctica, los bancos internacionales y los gobiernos, al igual que los ciudadanos, deben poder contribuir al diseño, al acuerdo de tarifas, a la revisión de las mismas, a la medición, mediación y sostenibilidad pactada, utilizando canales de diálogo, liderazgo, y ADN@+ proveniente de múltiples actores, lo cual permita que la Banca Pública de Desarrollo pueda crear valor al ingresar a los proyectos en una etapa temprana para garantizar un proceso de desarrollo de proyectos reflexivo y abierto.
Sin embargo, con el entusiasmo tan abierto por las APP y por la adopción llana de las FINTECH que muestran los bancos internacionales y los gobiernos, es dudoso que realmente alienten la consideración sensata de las opciones que no son APP durante las discusiones con los promotores de proyectos, mismos que pueden ser meramente públicos, totalmente privados, incluso comunitarios, o una mezcla de todos los anteriores, requiriéndose muchas veces, más que una APP, una CSP (Cross-Sector Partnership) eficaz, eficiente y efectiva, guiada por una herramienta que abarque desde el diálogo hasta el diseño y la evaluación de la implementación y el impacto de la inversión pública.
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